miércoles, 3 de febrero de 2010

Más del 40% de la fuerza laboral está desempleada


Cada vez más la falta de trabajo y el incremento en el costo de vida, hace que los colombianos pierdan capacidad de pago.

De acuerdo al último reporte del Dane, el 2009 cerró con una tasa de desempleo nacional de 11,3 por ciento y urbano de 12,3 por ciento. Estas tasas son altas y están preocupando no solo al Gobierno sino a los principales gremios y organismos privados de investigación.

En uno de los más recientes informes de la Asobancaria, se destaca que aunque el desempleo tuvo una reducción importante entre 2000 y 2007 -pasamos de tasas cercanas al 20 por ciento a tasas de un solo dígito-, desde que comenzó la fase de desaceleración económica reciente, a finales de 2007, está repuntando.

La tasa de desempleo del país, aunque bastante menor que hace una década, sigue siendo muy alta en comparaciones internacionales. De una muestra amplia de países, solo España tiene un problema de desempleo más severo que el colombiano. Incluso, el índice de desempleo luce mayor que la que correspondería al nivel de ingreso.

Estas características, por sí solas, son preocupantes. Pero no describen completamente las dificultades del mercado laboral colombiano. Sucede que en el país no solamente mucha gente no tiene acceso al mercado laboral, sino que aún teniéndolo lo obtiene en condiciones precarias.

El subempleo objetivo es 10,8 por ciento de la fuerza laboral, mientras que el subjetivo alcanza 30,9 por ciento. Con esto, más del 40 por ciento de la fuerza laboral colombiana está desempleada o subempleada. De otro lado, los indicadores de informalidad entre los trabajadores son alarmantes.

Informalidad

Aproximando este fenómeno por medio de la población ocupada no asalariada, se presenta una informalidad de casi 61 por ciento. Estas características del mercado laboral colombiano tienen serias repercusiones. La más directa es la baja capacidad adquisitiva de los colombianos, lo cual obviamente tiene un impacto muy grave sobre el nivel de bienestar. Pero hay otras consecuencias igualmente importantes.

En un mercado laboral como el colombiano, es muy difícil que los trabajadores financien su seguridad social, tributen o se bancaricen como debieran. En síntesis, el mercado laboral colombiano exhibe una serie de características preocupantes, que son suficientes para calificarlo como uno de los principales problemas económicos del país.

Hay algunos elementos coyunturales que explican la evolución reciente del desempleo. En primer lugar, la correlación entre la desaceleración económica sufrida desde 2007 y el incremento que ha exhibido la tasa de desempleo es evidente.

No es posible esperar que una economía que crece 0 por ciento sea una dinámica generadora de empleo. En esta evolución, hay algunos aspectos particulares que vale la pena resaltar. El primero es que, a pesar de que la tasa de desempleo está aumentando, también lo está haciendo el número de ocupados.

Mientras que en 2008 (enero-diciembre) el número de ocupados fue de 17,4 millones de personas, en 2009 fue de 18,4 millones, un aumento de casi un millón de ocupados. La paradoja de una economía que genera empleo pero que también ve crecer su tasa de desempleo, se explica por el aumento de la tasa global de participación.

Otro aspecto de la coyuntura que vale la pena resaltar y que es consistente con la hipótesis recién expuesta, es que aunque se están generando nuevos puestos, no parecen de buena calidad. Es en particular preocupante el incremento de trabajadores por cuenta propia dentro del total de ocupados, que está ocurriendo desde 2007.

A mediados de ese año los trabajadores por cuenta propia eran aproximadamente 36 por ciento de los ocupados, mientras que hoy son casi 44 por ciento. Desde esta manera, aunque no cabe duda de que la economía está creando nuevos puestos de trabajo, no se puede tomar este hecho con mucho optimismo, puesto que esto parecer responder más al rebusque de la oferta de trabajo que al dinamismo de la demanda de trabajo.

Un aspecto que algunos han resaltado como explicación del aumento del desempleo en la coyuntura, es que la inversión se está haciendo en sectores que no son grandes generadores de empleo.

El ejemplo paradigmático sería el de la inversión para la explotación de combustibles fósiles y minerales. Pero algo similar también estaría ocurriendo incluso con los esfuerzos de inversión en infraestructura que el Gobierno está haciendo dentro de su plan de choque anti-cíclico.

Desde el punto de vista coyuntural, es entonces obvio que, para reducir la tasa de desempleo, es necesario recuperar el crecimiento.

Salario mínimo

El salario mínimo en Colombia es alto en relación con el PIB per cápita y la productividad del trabajo, e inflexible a la baja en términos reales por legislación. Esto fuerza a que, en épocas de desaceleración económica, el mercado laboral busque el equilibrio, no por la vía de la reducción de los salarios reales, sino por la vía del aumento del desempleo. López y Lasso (2008) señalan que el salario mínimo tiene una cobertura reducida sobre aquellos a quienes supuestamente debe favorecer: solo cobija a los asalariados (con contrato de trabajo), pero no a los trabajadores independientes, por cuenta propia, patronos o ayudantes familiares.

Algo similar ocurre en términos de educación: el salario mínimo favorece más a los trabajadores con estudios superiores que a los que no tienen esa educación. Los autores señalan que los aumentos del salario mínimo que ha habido desde 1999 no se han traducido en aumentos del salario medio lo cual, en la práctica, encarece el trabajo de los menos calificados y más pobres.

En consecuencia, ha habido una reducción del trabajo no calificado, sobre todo juvenil; un aumento de las horas extras y la jornada laboral; un aplanamiento del escalafón salarial en la dirección del salario mínimo; y una mayor evasión, sobre todo en las microempresas. Como resultado, las alzas en el salario mínimo real no han favorecido a los hogares pobres ni los han aliviado de esta condición.

Por su parte, Arango et ál. (2007) señalan que, en los países desarrollados, existe una diferenciación del salario mínimo según edad y experiencia. En América Latina predomina un único salario mínimo, lo cual genera el riesgo de eventuales pérdidas de oportunidades educativas para los jóvenes e inexpertos.

Con respecto a los CLNS, se puede decir que éstos son excesivos y que encarecen la generación de empleo formal. Esos costos representan más del 50 por ciento del salario nominal.

Por otra parte, en el mediano plazo, el progreso tecnológico, acrecentando la productividad marginal de la fuerza de trabajo, aumenta su demanda. Sin embargo, las nuevas tecnologías adoptadas son más intensivas en trabajo calificado. Las instituciones del mercado laboral, que volvieron inflexible a la baja el salario mínimo real, encarecen el trabajo no calificado respecto del calificado.

Paralelamente, los CLNS y el menor costo de uso del capital, por las razones anotadas, encarecen el trabajo respecto del capital, estimulando la adopción de tecnologías intensivas en este último factor (Arango et ál., 2009).

En suma, podría decirse que el consenso profesional está apuntando a que, dada la productividad del trabajo, sobre todo la del no calificado, el trabajo es muy costoso en Colombia. Esto produce una estructura perversa, caracterizada por un mercado laboral con alto desempleo, mucha informalidad y mala distribución del ingreso entre trabajadores calificados y no calificados.


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