El precio del dólar durante el año entrante, mantendrá la expectativa de los mercados, fundamentalmente del exportador.Aunque el dólar ha revertido la tendencia a la baja que mantuvo entre septiembre y noviembre de este año, su cotización no ha permitido establecer un comportamiento al alza sostenida para comienzos del 2010 por encima de los 2.050 pesos. Este rumbo del dólar mantiene con preocupación al sector real pero en particular a los exportadores.
Sin embargo, los mercados reconocen que el cambio de precio en la tasa de cambio obedece en gran medida a factores externos, por fuera del control de las autoridades locales como el Banco de la República.
Al tiempo que se hizo evidente que muchas economías emergentes, incluida Colombia, gozaban de sólidos “fundamentales”. Sin embargo, las medidas tomadas en Estados Unidos para hacer frente la crisis económica, principalmente la inyección sin precedentes de liquidez al sistema financiero, inevitablemente conllevaron a una depreciación de la moneda norteamericana.
Sin embargo, la evolución reciente del peso colombiano tiene muy poco de particular. En lo corrido del 2009, el peso colombiano se ha apreciado 10,4 por ciento, mientras que el real brasilero y el peso chileno lo han hecho en 24,1 por ciento y 21 por ciento respectivamente.
De acuerdo al analista de la firma Profesionales de Bolsa, Daniel Lozano, “es poco lo que las autoridades pueden hacer para afectar la trayectoria de la tasa de cambio, es muy importante ofrecerle a los agentes mecanismos de protección contra la incertidumbre cambiaria y contra la volatilidad de la tasa de cambio. En tal sentido, es deseable que una economía crecientemente globalizada cuente con un mercado de derivados y de coberturas cambiarias desarrollado”.
Por tal motivo, la política económica en general, y la cambiaria en particular, debe procurar no generar distorsiones en el mercado de coberturas cambiarias u obstaculizar el desarrollo de los mercados de derivados cambiarios.
Un reciente estudio de Fedesarrollo compara la volatilidad del peso colombiano con la de otros mercados emergentes (México, Chile y Brasil) y con el euro, a diferentes frecuencias (mensual, semanal, diaria e intradiaria). Al igual que Colombia, los países que se utilizan para la comparación funcionan bajo un esquema de inflación objetivo que, en principio, tiene como prerrequisito un régimen de flotación cambiaria. También se compara la volatilidad de la tasa de cambio con la del índice de la Bolsa de Valores de Colombia.
El análisis enfatizó que la tasa de cambio en Colombia es menos volátil que el mercado accionario y que no es consistentemente más volátil que las otras monedas pero en el cambio diario si es variable.
Existe evidencia de que la volatilidad cambiaria se relaciona con el nivel de la tasa de cambio y con algunas intervenciones del Banco de la República.
“Resulta que en períodos de devaluación hay mayor volatilidad de la tasa de cambio, lo cual sugiere que el banco central permite más flotación de la tasa de cambio en períodos de devaluación que en periodos de apreciación”, comenta Lozano.
Cuando se registra la devaluación, aumentan el monto y la frecuencia de las intervenciones del Banco de la República en el mercado cambiario. Es evidente que la volatilidad cambiaria aumenta cuando crece el riesgo, medido por el spread de la deuda pública sobre los bonos del Tesoro americano. De allí que los controles a la entrada de capitales que ocasionalmente ha impuesto el Banco de la República pueden haber exacerbado la volatilidad de la tasas de cambio.
A pesar de estos comportamientos, Colombia es un actor muy pequeño en los mercados financieros internacionales, razón por la cual la evolución de la tasa de cambio está en gran medida determinada por factores fuera del control de las autoridades locales.
En ese contexto, es crucial que los agentes económicos locales, particularmente los vinculados al sector exportador, tengan acceso a un mercado de coberturas suficientemente desarrollado.
Sin embargo, las autoridades económicas deberían estudiar seriamente la posibilidad de remover varias de las restricciones regulatorias y diversas medidas tributarias que están inhibiendo el desarrollo del mercado cambiario, y más bien propender por que los agentes locales puedan, de manera eficiente, cubrirse contra los riesgos cambiarios inherentes a una economía crecientemente integrada comercial y financieramente al resto del mundo.

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