
LA alta carga financiera de los hogares por el cubrimiento de deudas y otras obligaciones está frenando el acceso a los créditos de los bancos y muchas familias están desaprovechando las bajas tasas de interés y la caída de la inflación.
Según un informe del Banco de la República, esta carga pasó de 13 por ciento en el 2002 a 22,4 por ciento en el 2009.
De acuerdo con el analista de la firma Gesvalores, Gerardo Rojas, “esta elevada carga quizás sea la razón por la cual el lento aumento del crédito de consumo (que a de enero de este año crecía tan sólo 2.8 por ciento en términos reales) se deba primordialmente a problemas de demanda por parte de los hogares, no a restricciones de oferta por parte del sistema financiero, como lo han sugerido otros investigadores”.
De acuerdo al estudio, el consumo de los hogares, que en 2009 creció 0,1 por ciento, se verá beneficiado por el efecto rezagado de la reducción de tasas de interés, pero este efecto podría ser contrarrestado por la precaria situación del mercado laboral y por el hecho de que los hogares enfrentan la recuperación con altos niveles de endeudamiento.
Esta misma incertidumbre de los hogares es la que se manifiesta en los resultados de la Encuesta de Opinión al Consumidor (EOC), en la cual la disposición a comprar bienes durables, aunque registra una recuperación frente a los niveles mínimos alcanzados en plena crisis, se encuentra en niveles bajos. En febrero la disposición a comprar vehículo se ubicó en -6,9 por ciento frente a un máximo de 22,4 por ciento en octubre de 2006 y un mínimo de -17,6 por ciento en abril de 2009.
Explica Rojas que “en el mismo mes, la disposición a comprar vivienda fue 25,8 por ciento, frente a un máximo de 50,6 por ciento en mayo de 2006 y un mínimo de -1,7 por ciento en noviembre de 2008. Todo lo anterior nos lleva a estimar un crecimiento del consumo privado de 1,4 por ciento en 2010”.
Por su parte, el investigador de la Universidad Nacional, Bernardo Ramírez, manifiesta que “en el caso de la inversión se debe tener en cuenta que ésta viene de un largo período de expansión (aumentó en promedio de 12,2 por ciento durante 2001-2008) y que, debido a la desaceleración económica, la utilización de la capacidad instalada se encuentra en niveles históricamente bajos, cuando el año pasado llegó a 68,1 por ciento, en comparación con un promedio de 71 por ciento para el período mayo 1997–noviembre 2009 y un nivel máximo de 76,5 por ciento en noviembre de 2006”.
Frente a esta situación, Rojas asegura que “no hay motivos para pensar que en el futuro inmediato el sector privado esté ávido de aumentar su capacidad instalada a través de mayores inversiones. Así, estimamos que en 2010 la inversión privada crecerá 2,6 por ciento, con una contracción de 0,8 por ciento en la inversión pública, pero con un aumento total de 2,1 por ciento”.
Por otra parte, para los analistas es preocupante que mientras el año pasado la priorización del gasto público en obras de infraestructura fue la principal fuente de crecimiento, en enero de este año el gobierno anunció un recorte en el gasto público equivalente a 1,1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas, con lo cual el estímulo fiscal de 2009 no se repetirá durante el 2010.
“Por eso la importancia que sea el consumo de los hogares el encargado de impulsar el crecimiento, acompañado de la inversión privada y las exportaciones.
Infortunadamente hay motivos que llevan a pensar que la dinámica de estos componentes no será lo suficientemente buena como para que el proceso de recuperación de nuestro país sea tan fuerte como el que experimentarán otras economías de la región”, sostiene Ramírez.
A pesar de que existe la percepción de que la recuperación global en 2010 será mejor a lo que se esperaba hace pocos meses, lo que haría que las exportaciones se dinamizaran más, este optimismo está sustentado en el crecimiento que pueden experimentar las economías asiáticas que son precisamente con quienes Colombia intercambia muy poco.
Adicionalmente, las exportaciones hacia Venezuela continuarán muy deprimidas. “Peor aún, dada la continua entrada de inversión extranjera directa al sector minero-energético y la monetización de recursos externos por parte del gobierno para financiar su desbalance fiscal, no se vislumbra una devaluación de la tasa de cambio que pueda compensar, así sea parcialmente, el escaso dinamismo de los principales socios comerciales”, dice el analista Gerardo Rojas.
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