domingo, 28 de febrero de 2010

Nuevos conflicto de intereses en pensiones y cesantías


La crisis de Wall Street evidenció, una vez más, la profunda imperfección de los mercados financieros, su falta de transparencia y la enorme asimetría en la información que los caracteriza. A pesar de que las características y especificidades del capital financiero exigían un sólido marco de regulaciones, fueron sus intereses los que se impusieron bajo el paradigma del libre mercado y de liberalización a los capitales, cuyas consecuencias aún en la economía más avanzada del planeta resultaron catastróficas. Y en Colombia, como si nada hubiese pasado, se siguieron adoptando políticas cuyo fracaso ya estaba probado.

Así ocurrió con la Emergencia Social y con la Reforma Financiera. La primera, como es sabido, en lugar de enfrentar la crisis estructural del sistema de salud que convirtió este derecho fundamental en un negocio financiero, sólo buscó solucionar la situación de las EPS, para lo cual no se detuvo en miramientos, llegando a aprobar el uso de cesantías, pensiones y patrimonios familiares para cubrir gastos en salud por fuera del POS. Como señalaron los médicos ningún sistema democrático en el mundo había llegado tan lejos en el atropello a los derechos ciudadanos. Pero además, tomarse una fracción del ahorro obligatorio de los colombianos, cuyo fin es atender otras necesidades de la seguridad social como seguro contra el desempleo y ahorro para la vejez, para destinarlo a gastos en salud resulta tan descabellado que incluso el presidente de Asofondos protestó al ver amenazada su base de negocios. Seguramente la Corte derrumbará este engendro.

Por su parte, la Reforma financiera o Ley 1328 de julio de 2009, bajo el ropaje de aumentar la eficiencia creó multiportafolios para el manejo del ahorro obligatorio de los colombianos. Según la publicidad el trabajador conforme a su perfil de riesgo y edad podrá escoger dónde quiere invertir sus ahorros de pensiones y cesantías (El Tiempo 25-1-2010). Como si la crisis de Wall Street no hubiese ocurrido; como si no existiesen un profundo conflicto de intereses entre la administración de estos fondos y en general del sector financiero y los intereses de los ahorradores, los cuales se amplifican ante la falta de regulación, tema que fue analizado en profundidad por Joseph Stiglitz en “Los Felices Noventa”. La reforma hace que los ahorros de los trabajadores queden aún más expuestos a las volatilidades del mercado. Según Asofondos, ella permitirá a los trabajadores escoger entre tres portafolios, conservador, moderado y agresivo. Este último “dirigido a los trabajadores que apenas están iniciando su vida laboral y cuyas proyecciones de retiro son muy lejanas”. Como dice Stiglitz, se nos olvidó que “la seguridad social se creó para proporcionar eso exactamente, seguridad, no riesgo” (Pág. 244) Y como si los jóvenes en Colombia gozaran de alguna certidumbre, de garantías de empleo y de conseguir una pensión a largo plazo como para admitir mayores juegos de riesgos con su ahorro en pensiones y cesantías. Tanto los afecta la situación de desempleo que miles de jóvenes pobres se convirtieron en “falsos positivos”, víctimas de crímenes de Estado, ante el apremio de conseguir algún trabajo.

La reforma además supone que los colombianos contarán con óptima información para invertir sus ahorros del trabajo en un sector cuya oscuridad y riesgos paradójicamente cada día son mayores en un mundo de prolíficas ofertas de acciones, bonos, derivados y multitud de títulos. Como dice Stiglitz, “Los estudios muestran que la mayoría de los estadounidenses ni siquiera conocen la diferencia entre bonos y acciones; ¿cómo se supone que van a tomar decisiones bien informadas sobre qué acciones comprar, o incluso qué agentes de bolsa elegir?” Y si esto ocurre en el mercado financiero más desarrollado del mundo qué decir de Colombia donde millones de colombianos se dejan engañar por las pirámides. Pero la reforma financiera, como tantas otras reformas bajo el paradigma neoliberal, fue dictada por los intereses de los intermediarios financieros. ¿Cuál es su objetivo real? Ampliar el campo de potenciales utilidades de las AFP y además reducir la rentabilidad mínima asegurada a los ahorros del trabajador en 25% en fondos de corto plazo. Stiglitz describe así la privatización de pensiones “Y los operadores de bonos ganaban dinero haciendo que la gente comprara y vendiera bonos, una y otra vez. Para nosotros, la idea de que las personas apartaran dinero para su jubilación, sabiendo que podían obtener una rentabilidad segura y real, era buena; para los operadores de bonos era un desastre” (…) “Las empresas privadas cobraban comisiones (así es como se mantenían en el negocio) comisiones por comprar sus fondos, por venderlos, por gestionarlos, cuando compraban acciones y cuando las vendían” (Págs. 238-240).

Sin duda el negocio para estas AFP ha sido jugoso. En contravía de la difícil situación del país, en el 2008 cuando ya la economía colombiana empezó a sentir los rigores de la crisis, sus utilidades referidas tanto a activos como patrimonio según la Superintendencia Financiera fueron de 18,2% y 21.8% respectivamente y en 2009 de 24,6% y en 30,3%. Ganancias por lo demás provenientes principalmente de la valoración de títulos de deuda pública. Un vínculo claro con el déficit fiscal que el paradigma neoliberal usó como disculpa para privatizar las pensiones. La reforma financiera aumentará el riesgo para el ahorro de la seguridad social de los colombianos y lo único seguro de ésta es que mejorará aún más la cifra de negocios para sus intermediarios.

Nota: deseo unir mi voz a la de Hugo Quintero Bernate en protesta por la censura a la los valiosos periodistas, entre ellos Oscar Montes, Jorge González, José Manuel Reverón, Harold Abueta, Elisabeth Yarce y Carlos Lora, quienes también fueron despedidos de la Revista Cambio. Su importante labor periodística e investigativa nos permitió conocer actos de corrupción y el manejo de recursos del Estado por varios dirigentes en beneficio propio y de sus poderosos aliados. Ojala otros medios y las universidades utilicen la valiosa experiencia de estos probos periodistas para la construcción de una verdadera sociedad democrática.


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