
El Ministro de Agricultura afirmó que había “fuerzas oscuras” detrás del referendo en el cual los indígenas votaron en un 98% en contra del TLC. Una más entre las innumerables mentiras oficiales respecto a este Tratado. ¿Qué pensará ahora la Corte Constitucional cuando la “verdad oficial” decía que los indígenas habían aprobado el TLC?
El TLC es un falso positivo porque los graves perjuicios para Colombia son disfrazados de grandes beneficios. En el futuro los historiadores tendrán la difícil, por no decir imposible tarea, de entender por qué un tratado que indiscutiblemente arrojaba amplios déficit para Colombia, tanto comercial como fiscal, era calificado como positivo para el país. Se asombrarán del contrasentido de considerar benéfico un Tratado que concedió el trato asimétrico y diferenciado a favor de la nación más poderosa del planeta, bajo el cual ésta no sólo conservará todos sus subsidios y ayudas a la agricultura, al tiempo que obliga a Colombia a desmantelar la protección a este sector, sino que, además, recibirá las mismas garantías y beneficios que Colombia conceda en el futuro a terceros países mientras le negó esta prerrogativa a Colombia.
Asombrará aún más dicha pérdida de realidad gubernamental al declararse optimista frente al Tratado por ser una nación en guerra donde la situación del campo resulta vital para alcanzar la paz; más aún cuando a causa de la ruina que ocasionará a diversos sectores agropecuarios, Colombia tuvo que aprobar subsidios, minando los recursos fiscales para otras necesidades urgentes, entre otras atender la población desplazada, por cuya desatención la Corte Constitucional tuvo que amonestar dos veces al gobierno.
Los historiadores se asombrarán del surrealismo de un gobierno y numerosos medios de comunicación afectos que, al tiempo que defendían las bondades del libre comercio, ponderaban los resultados de un Tratado que en materia de protección intelectual precisamente protegía las ganancias monopólicas y oligopólicas de transnacionales y restringía la difusión del conocimiento, con grave perjuicio para los colombianos. Ello inclusive en campos tan decisivos para la vida y los derechos fundamentales como la salud. Se preguntarán por qué consideraban tan positivo un tratado que aumentaba los beneficios a las farmacéuticas por encima de lo negociado en escenarios multilaterales como la OMC. Recordemos que como antesala del TLC el gobierno aprobó el decreto 2085 de 2002, violando la normativa andina. Y allí no pararon las concesiones. A tal punto fueron inauditas las cesiones en propiedad intelectual que varios negociadores del Ministerio de Protección Social renunciaron .Y al cerrarse las negociaciones, Germán Holguín Zamorano, director de Misión Salud, afirmó “En el capítulo de propiedad intelectual no hubo negociación sino adhesión. Con su cierre el sector salud se convirtió en el gran perdedor del TLC. El Gobierno pasó por alto, deliberadamente, que el acceso a medicamentos con capacidad para aliviar el dolor y salvar vidas no es legítimamente cambiable por ventajas comerciales. ¡La salud y la vida son prioridades no negociables!” Y sin embargo, el gobierno una vez más, reportó falsos positivos.
Tan falsos resultaron estos positivos, que el partido demócrata obligó a modificar el Tratado en algunos puntos, reformas en las cuales la sociedad civil jugó un papel trascendental; particularmente en este campo Misión Salud, quien realizó importantes estudios sobre el impacto que tendría El TLC sobre el acceso a medicamentos, los cuales fueron decisivos en la intervención del partido demócrata. Ello según Holguín Zamorano deja una valiosa lección. La actuación de la sociedad civil y las alianzas que pueda realizar pueden ser definitivas en evitar o disminuir el daño de estos tratados para Colombia. Lo logrado redujo los perjuicios, pero igualmente el TLC garantizó a las farmacéuticas estadounidenses sustanciales mayores ganancias que las concedidas en la OMC.
Los perjuicios del TLC para Colombia son múltiples y en todos los campos; lo negociado atenta contra las posibilidades del desarrollo y lesiona gravemente la soberanía nacional y la administración de justicia.
La actual crisis internacional revela la inaudita dimensión de lo pactado en uno de estos ámbitos: la consagración de la libertad de capitales, cuyos riesgos es imposible encubrir actualmente. Ojalá la elección de Barack Obama, cuyos imperativos éticos difieren de los de su antecesor, significara el rechazo al TLC, pero sobre ello no caben muchas esperanzas pues éste inequívocamente reporta grandes beneficios al empleo y los inversionistas de EU, como claramente lo señaló el Informe al Congreso de EU del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara.
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